Capítulo 1: One night with you

Se puso en contacto conmigo por el método que suelen utilizar las personas jóvenes, o sea, mediante un escueto mensaje privado a mi cuenta de Instagram. En inglés (en Instagram soy angloparlante hasta que no se demuestra lo contrario).

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Como siempre, antes de contestar, le eché un vistazo a su perfil. Quizá mis lectores piensen que lo hice para evaluar su fotogenia, que también (aunque la fotogenia, como cualquier fotógrafo sabe, es algo muy relativo) pero la realidad es que lo hice sobre todo para hacerme una idea de qué clase de persona era.

Quizá pueda parecer extraño, pero no sé fotografiar a gente que me caiga mal.

En su perfil, había publicado varios vídeos cantando, y eso siempre es buena señal.

Concertamos una cita. Me preguntó si podía traer su guitarra a la sesión, porque le apetecía tener fotos con su guitarra. Le dije que sí, naturalmente.

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Como siempre, le di la dirección pero sin decirle el piso, para tener que recogerle en el portal. Una última cautela.

Se presentó, muy puntual, a la hora prevista, sonriente, aunque algo tímido. Me dio la mano y, para romper el hielo, me presenté, diciendo que soy español y a qué me dedico, cuánto tiempo llevo en Austria y esas cosas. Le pregunté si hablaba alemán y me dijo que sí, que lo había aprendido en Austria.

Lo hablaba, en efecto, con un acento que hasta entonces yo no había escuchado nunca.

Me contó que era persa, lo cual resulta bastante ambíguo, si bien se mira y que había llegado a Austria, desde algún punto de Afganistán, hace cinco años. Calculé que con la primera oleada de personas que llegaron a europa.

Entonces, probablemente, era menor de edad. Un chavalín.

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Sus maneras son educadas y agradables, me trata de usted hasta que le pido por favor que me tutee. Está nervioso.

Deja la funda de la guitarra, de color negro, apoyada en una pared del estudio.

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Yo enchufo el flash. Le doy unas cuantas indicaciones preliminares, le dejo que examine el espacio en el que vamos a hacer las fotos, le doy un taburete de bar. Se sienta. Empieza a tocar la guitarra y a cantar „One night with you“ de Elvis Presley. Me pregunta si la conozco. La conozco, pero no me sé la letra, así que no le puedo seguir. Mientras le hago fotos o, mejor, entre foto y foto, me explica que su profesor de guitarra es polaco. Le pregunto si ha cantado alguna vez en público. Me responde que no, pero que quiere hacerlo. Me pregunta qué canción me sé de Elvis, le contesto que Are You Lonesome Tonight. La cantamos a dúo sin dejar de hacer fotos.

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Es una sensación muy agradable.

Él está mucho más relajado y en el ambiente se extiende una sensación que facilita el trabajo.

Le explico entonces que yo empecé a cantar porque mi madre me mandaba todas las noches a tirar la basura y tenía que pasar por un pasillo largo y oscuro (más largo y más oscuro, naturalmente, porque para un niño la oscuridad siempre es amenazadora e invencible). Pronto descubrí que, si cantaba, no tenía miedo.

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Él se echa a reir.

Me dice que está solo en Austria, que tiene un hermano en California, que le va a mandar las fotos a su madre para que las vea, para que sepa cómo está.

Para intentar quitarle un poco de hierro al asunto, le digo que los fotógrafos somos como los dentistas, que no paramos de hablar.

Me pregunta que por qué.

-La mayoría de la gente le tiene miedo a las cámaras.

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-Yo no tengo miedo -me dice- he pasado ya por tantas cosas que por qué tendría que tener miedo.

Lo dice sin petulancia. En un tono de voz un poco más bajo de lo normal. Con cierta melancolía.

Yo no sé qué conestar, así que, como siempre, tras un momento de silencio, disparo la siguiente foto.

Próximo capítulo: Decencia y Proteínas.

Modelo: Mahib

Foto: Fotobernalvienna (Instagram: Fotobernalvienna)

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