Así se aprobó el matrimonio igualitario en España (1)

En Junio de 2005, España se convirtió en el tercer país del mundo que aprobaba el matrimonio igualitario. Así fue.

La jornada de reflexión de las elecciones de 2004, las novenas de la democracia, fue anormalmente tranquila en las calles. En el ambiente pesaba la enorme tragedia que había sucedido unos días antes, el día 11 de marzo. Unos atentados islamistas, perpetrados en la red de trenes de cercanías de Madrid, se habían cobrado la vida de 193 personas inocentes.

La torpe gestión de la crisis por parte del Partido Popular, en el Gobierno entonces, y sus desesperados intentos de ocultar que la masacre había podido ser perpetrada por grupos de fanáticos y no por la organización terrorista ETA, inclinaron el sentido del voto de los españoles hacia el Partido Socialista Obrero Español, dirigido entonces por José Luis Rodriguez Zapatero.

El día 14 de Marzo, el PSOE obtuvo una ajustada victoria electoral, victoria que marcó el principio de una legislatura durante la que el acoso de la oposición, en todas las formas posibles, fue incesante.

En su discurso de investidura, pronunciado en abril de 2004, una de las primeras medidas que anunció el nuevo presidente fue la de extender la condición de matrimonio a las uniones civiles celebradas entre personas del mismo sexo.

La medida contó, desde el principio, con la oposición frontal de la derecha pero, utilizando las palabras que Suárez hizo famosas en un discurso del tardofranquismo, no hacía más que hacer normal en la ley lo que en la calle ya era normal.

La actriz y cantante Malena Gracia en el desfile del orgullo gay de 2007 (Archivo FBV)

A LA CABEZA DEL MUNDO EN TOLERANCIA

Según las encuestas que manejaba el PSOE en aquellos momentos, el matrimonio entre personas del mismo sexo contaba con la aprobación de la mayoría de la sociedad española (un 66%). El respaldo era aplastante entre los ciudadanos menores de veinticinco años, los habitantes de las grandes ciudades y las personas con estudios superiores. Aunque menor, las encuestas mostraban una ligera mayoría a favor de la adopción de niños por parte de personas homosexuales.

En general, desde principios de este siglo la homosexualidad (más la masculina que la femenina) había dejado de ser un tabú.

Las películas de Pedro Almodóvar habían abierto la brecha, pero a partir del año dos mil la homosexualidad había tenido una creciente presencia en los productos de entretenimiento de consumo masivo. Baste mencionar taquillazos como Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí (1997), Segunda piel (1999), Plata quemada (2000), o Krámpack (2000).

Las series de televisión de más audiencia también empezaron a contar con tramas en las que aparecía algún personaje homosexual. Como la lesbiana que interpretaba Anabel Alonso en siete vidas o el Fidel de Aida.

En 1998, en principio como fanzine y después como revista con publicidad mensual, nace Zero. Las portadas de Zero “sacaron del armario” a hombres de casi todos los estamentos de la sociedad española (no consiguieron que se pronunciase públicamente ningún futbolista ni ningún torero). Salvo esas dos excepciones, hubo de todo: un militar de alta graduación (el teniente coronel Sánchez Silva), un guardia civil y hasta un sacerdote. Importantes personajes públicos como José María Mendiluce, Jesús Vázquez, Rafael Amargo, Jorge Cadaval o Nacho Duato también fueron portada de Zero.

Esta gran tolerancia que hoy en día es transversal fue el cimiento del estatus que la comunidad LGTBIQ+ disfruta en España, país que es uno de los más tolerantes del mundo al respecto.

Asistentes al desfile del Orgullo de Madrid en 2007 (Archivo FBV)

EL CONSEJO DE ESTADO PENSABA QUE NO HACÍA FALTA

El proceso de aprobación de la llamada ley de matrimonio homosexual empezó el 30 de Junio de 2004, momento en el que el ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, anunció ante el Congreso de los Diputados la aprobación de un anteproyecto de ley de reforma del Código Civil, con el fin de eliminar las limitaciones existentes y así lograr que el matrimonio fuera independiente del sexo de los contrayentes.

Como sucede con todas las leyes, esta tuvo que pasar por el Consejo de Estado, que se pronunció sobre su conveniencia y viabilidad jurídica. Los señores del Consejo, a pesar de reconocer lo inadmisible de la discriminación que pesaba sobre las personas homosexuales, informaron críticamente sobre la ley. Venían a decir que no hacía ninguna falta. Que la constitución no exigía que se reformase el matrimonio (de hecho, en la Constitución, redactada en 1977, en un país que salía del catolicismo monolítico de la dictadura, no había ninguna mención al respecto ni podía haberla) y que la discriminación se podía solventar de otras maneras sin tocar el código civil.

A pesar de este informe negativo, el Gobierno presentó el proyecto de ley ante el Congreso de los Diputados el día 1 de Octubre de 2004. Todos los grupos parlamentarios menos el Partido Popular se mostraron favorables. El proyecto se aprobó con 183 votos a favor, 136 en contra y tres abstenciones.

El primer obstáculo estaba salvado. Se había ganado una batalla pero no la guerra. En el próximo capítulo conocerán mis lectores al doctor Aquilino Polaino, personaje importante en esta historia.

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